Landow señala que “el hipertexto fragmenta, dispersa, o atomiza el texto en dos maneras relacionadas:
1.al remover la linealidad del texto impreso, independiza a los distintos segmentos de un principio ordenador –secuencial– y amenaza en transformar el texto en caos.
2.el hipertexto destruye la noción de un texto fijo indiviso” (1992: 65).
En realidad, tanto quienes promueven el uso del hipertexto (Landow), como quienes lo combaten, parecen estar de acuerdo en el carácter fragmentario del hipertexto. Unos lo ven como liberación, pues “la estética del fragmento implica un escurrirse, evitando el centro y responde a una expresión de lo caótico, y a la necesidad de alejar la quimera de la totalidad (Rodríguez).Pienso que esta aseveración, no tiene sentido desde la perspectiva del autor de una red de hipertextos ya que el autor construye su red según una estructura predeterminada, el lugar donde se colocan los hipervínculos, lo que se incluye o lo que se omite, presupone no sólo una estructura, sino también un proceso de jerarquías. Desde la perspectiva del autor de un hipertexto el contenido posee definitivamente una secuencia multilineal, pues construye su red visualizando una multiplicidad de posibles trayectos Otros ven, como Brent parte de la premisa de que el hipertexto “privilegia infinitas hipotaxis” (lexias subordinadas unas a otras por carecer de unidad propia), para concluir que “el hipertexto, simplemente, quizás no sea el medio correcto para estimular la disciplina mental e indagación social madurada a lo largo de tres mil años de interacción retórica en el leguaje y en la escritura.”
No es, la posible calidad de “fragmento” la que individualiza al hipertexto. Se trata, de la perplejidad ante un nuevo paradigma, ante un nuevo modo de ver la realidad.
Desde el discurso de la modernidad el hipertexto se presenta ciertamente como algo tenebroso, pues, como señala Brent, “estamos acostumbrados a leer el texto impreso en su totalidad,” ya que, “sentimos miedo de perder algo importante, alguna parte del argumento que es clave para comprender el sentido del autor.” Brent busca al autor en el texto; su lectura es una pregunta por “la verdad del texto”, por su proyección universal, por su sentido trascendente. El hipertexto, como reconoce con acierto Brent, “permite al lector escoger no sólo lo que va a leer, sino también el orden en el que lo va a leer.”
Posee un sentido unívoco, independiente del espacio y del tiempo, es decir, independiente del lector. Sólo desde tal perspectiva puede causar temor el hipertexto y puede tener sentido la siguiente afirmación de Gaggi: “Cuando un lector se pierde en un laberinto de nodos y enlaces hipertextuales, ese lector se encuentra realmente extraviado”. Si Silvio Gaggi se refiere a un lector que no sabe leer hipertextos, su conclusión es correcta, pero lo mismo podríamos decir de una persona que no sabe leer el texto impreso. Si por el contrario, se refiere a que dicho lector sigue en su lectura un camino no previsto por el autor o el crítico, nos enfrentamos aquí a las distintas visiones del mundo Ahora se ha dejado de concebir el mundo como realidad estática y se ha pasado a entenderlo como transformación. La lectura ya no trata de encontrar el significado del autor en el texto, es un proceso íntimo en el cual el texto se contextualiza en el devenir del lector.
Gaggi declara: “El sujeto se traslada de punto a punto a lo largo de varios canales, de nodo a nodo a través de varios enlaces. Habrá abundancia de opciones posibles, pero el sujeto actúa sin conocimiento de dónde está y sin base suficiente para determinar dónde querría o debería ir”. Tal afirmación conlleva una postura elitista que deposita la posibilidad de leer e interpretar solamente en el autor o en el especialista lo cual según mi opinión, no es real ; estoy de acuerdo con el discurso antrópico, el objetivo de una lectura legítima no tiene por qué ser el tratar de descubrir lo que el autor pensó en el contexto de su vida, ni la interpretación que uno u otro crítico puedan dar a dicho texto, con diálogo implicamos la propia experiencia de la lectura, y la de forjar desde ella el camino a seguir, que es siempre personal, independiente de que pueda o no coincidir con el de otros lectores.
Blog Gladys Hernández
Hace 7 años
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